Contemplo este misterio mientras las cuentas giran en mi mano: ¿Qué diferencia hace el bautismo de Jesús? Ese momento en que Dios unge a "Jesús de Nazaret con el Espíritu Santo, llenándolo de poder". (Hechos 10:38)
Es cuando comienza el ministerio público de Jesús "haciendo el bien y curando a todos los que habían caído en poder del demonio".
Y entonces me detiene de golpe lo que está oculto a simple vista. Todo Discerning Deacons está anclado en el frágil poder de las aguas bautismales. ¿Qué otra autoridad tenemos sino la de afirmar que nuestro bautismo nos da todo lo que necesitamos para participar plenamente en la vida de nuestra Iglesia?
Esta convicción cristiana radical pero totalmente tradicional nos llevó a lanzarnos y poner en marcha algo nuevo: un punto de encuentro entre la visión del Papa Francisco de una Iglesia sinodal y la pregunta activa que gira en torno a la inclusión de las mujeres en el orden de los diáconos permanentes.
Han pasado tres años y nuestra misión no podría ser más relevante o urgenteEl camino sinodal ha revelado lo que hay en los corazones del pueblo de Dios en todo el mundo: Han señalado, como urgente, la necesidad de repensar la participación de las mujeres y deliberar activamente sobre la inclusión de las mujeres como diáconos – como algo que no se puede dejar de lado.
Este impulso se afirmó en la asamblea sinodal del pasado mes de octubre, cuando se presentaron 81 propuestas, pero sólo una fue calificada de urgente:
”Es urgente garantizar que las mujeres puedan participar en los procesos de decisión y asumir roles de responsabilidad en la pastoral y en el ministerio". (Las mujeres en la vida y en la misión de la Iglesia, Sección 9.m, Informe de Síntesis, Oct. 2023)
Así que hago girar las cuentas, maravillada por la justa sincronización de Dios, por la forma en que Dios se revela.
¿Qué significa realmente ser corresponsable de la misión de Dios? Tal vez sea no esperar eternamente a que nos den permiso. Sino seguir adelante y no tener miedo de iniciar – públicamente – el trabajo de ir haciendo el bien, curando a los que han caído en poder del demonio (el demonio, que nos diría que permanezcamos en silencio, pequeñas, manteniendo a la Iglesia cojeando en su misión, que prohíbe a las mujeres predicar y ministrar sin autoridad sacramental).
¿Qué significa esto para ti? ¿Estar bautizada con el Espíritu Santo y ser llamada a la misión de Jesús? ¿Con quién podrías compartir la buena nueva del camino sinodal? ¿A quién estás llamada a escuchar, a colaborar, a ofrecer una contribución compartida para la renovación de la Iglesia hoy?
Nos da humildad pensar que podemos siquiera ofrecer una contribución; tenemos que confiar en la gracia para que guíe cada paso. Ser "discerning deacons” (diáconos en discernimiento): discernir lo que no es de Dios, para poder servir y sanar lo que nos oprime. Expulsar lo que nos divide, lo que nubla nuestra visión y encoge en lugar de magnificar los dones de Dios que hay en nosotros.
Así pues, mi oración o esperanza para nosotros este año está arraigada en este misterio tan luminoso: la santa urgencia y el poder del bautismo, que no brota del estatus que el mundo otorga o concede, sino de las aguas vivas de Aquel que vino a salvarnos de todo mal.
Busquemos andar por los caminos del poder bautismal de Jesús – vulnerables, frágiles, pero siempre eternas. Que todo lo que construyamos este año refleje el poder de Jesús, un poder destinado siempre a ser compartido, regalado y cultivado para la victoria de la justicia de Dios.