¿Podemos dejar que la visión de Jesús sobre el diaconado se desarrolle en nosotros?

"Synaxis of the Holy Deacons and Deaconesses," ©2006, Deacon Charles Rohrbacher. Utilizado con permiso (sin fines de lucro ni derivados)

El papa León XIV señaló recientemente que, antes de que la Iglesia pueda decidir sobre la inclusión de las mujeres en el diaconado, primero debemos responder a la pregunta más profunda de qué es el diaconado en sí mismo. (Crux, 9/15/25)

Esto se hace eco de lo que muchos diáconos me han dicho a lo largo de los años. Advierten: Si las mujeres fueran ordenadas, eso no significaría necesariamente autoridad o incluso la oportunidad de predicar. Todo depende de la comprensión que tenga el sacerdote del diaconado. En otras palabras, citando al papa León, los propios diáconos “aún no se comprenden adecuadamente”. 

Entonces, ¿qué entendemos hoy en día sobre los diáconos?

Mi propia lucha con esta pregunta ha sido espiritual y práctica. Una y otra vez, Jesús me invita a dejar de lado mis suposiciones y permitir que se revele su visión del diaconado. He estado rezando durante años para que Cristo revele cuál es su sueño del diaconado, no solo mis ideas, sino el sueño vivo en la propia tradición de la Iglesia.

A veces, veía el diaconado demasiado centrado en el servicio litúrgico en el altar, descuidando su igual llamada a la caridad y la justicia. Pero a medida que he estudiado y rezado, veo más claramente que el testimonio anclado en nuestra tradición ofrece una poderosa corrección al clericalismo. Desde San Esteban, el primer mártir, hasta los sobrevivientes de Dachau que pidieron que se restableciera el diaconado en la Iglesia moderna: los diáconos no son asistentes ceremoniales, sino valientes seguidores de Cristo cuyo testimonio llama a toda la Iglesia a la misión.

Los diáconos se guían por una pregunta central: ¿Cuáles son las necesidades de la gente?

Y viven esa pregunta públicamente, ayudando a las comunidades a organizar sus muchos dones para satisfacer las necesidades reales.

Esa pregunta ha remodelado mi propio discipulado. En momentos abrumadores, cuando la parálisis amenaza con instalarse, empiezo a encontrar claridad pidiendo al Espíritu Santo que me guíe hacia las necesidades que tenemos ante nosotros.

He empezado a acercarme a nuestros párrocos y al personal del ministerio y a preguntarles: ¿Cómo puedo ayudar? ¿Cómo podemos acompañar a las familias que se enfrentan a la detención y la deportación? ¿Cómo podemos apoyar a los predicadores para que digan la verdad en tiempos polarizados? ¿Cómo podemos fortalecer los lazos en nuestra parroquia sin esperar el plan perfecto o la comida perfecta?

Las respuestas nunca son sencillas, pero plantear la pregunta me lleva de la desesperación a la acción. Podemos escuchar. Podemos reorganizarnos para responder, ya sea que la necesidad sea material o espiritual, de comida o de esperanza, de autonomía o de pertenencia.

Entonces, ¿qué es una comprensión adecuada del diaconado?

Creo que el sueño de Dios para la Iglesia es que sea sal humilde y luz valiente, dispuesta a preguntar: «¿Qué necesitas?», y a escuchar antes de ofrecer soluciones prescritas. Los diáconos son los que hacen realidad ese sueño, los que animan a los fieles a actuar de manera corresponsable al servicio de la misión de la Iglesia.

El pasado mes de septiembre, durante el Mes de Santa Febe, hemos estado recogiendo los frutos y sembrando más semillas para un diaconado renovado, que incluya a mujeres y hombres. Y lo más importante, uno que se ocupe de tender puentes en lugar de reforzar las divisiones dentro del cuerpo de Cristo. 

Y ahora, tras las celebraciones de Santa Febe, me pregunto cómo estamos llamados cada uno de nosotros a intentar vivir la pregunta del diácono: ¿cuáles son las necesidades de la gente hoy en día? El ministerio nunca ha sido una tarea exclusiva de los sacerdotes o del clero. Es la labor de todo el cuerpo, mujeres y hombres juntos, proclamar la buena nueva, enterrar a los muertos, acoger al extranjero, ungir a los enfermos, ofrecer refugio, pan y compañerismo que alimenta el alma. 

El diaconado sigue siendo un regalo de Jesús a la Iglesia y al mundo. 

Santo Padre, papa León XIV, permítenos administrar este precioso regalo del diaconado con el testimonio de nuestras vidas y la forma en que respondemos al llamado a amar a todo el pueblo de Dios. 

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Ser testigos
“A highlight for many present was the Scripture reflection offered by a female parishioner who specifically spoke about her experience as a minister in the Church. At St. William, communal leadership and ministry are a central part of our community’s identity and values.”
St. William Catholic Community
Louisville, KY
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“I have always viewed my ministry through this lens – out of service for and to the people of God. My intention was and is never to center myself in my ministry as a lay leader, rather my focus was always on how I could better uplift others in our midst. The Holy Spirit has certainly been active in the communities where I have ministered.”
Sr. Janet M. Peterworth, OSU
Community Leader, Pastoral Caregiver, Writer, Louisville, KY
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“The mission of Discerning Deacons is important because they are advocating for a larger role for women in the Church, which is hard to do. Discerning Deacons is unafraid to get their hands dirty to bring about a more inclusive Church for women.”
Devon James
College Campus Minister, Cincinnati, OH

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