Les recomiendo a nuestra hermana Febe, que es [también] ministro [diakonos] de la iglesia de Cencreas, para que la reciban en el Señor como corresponde a los santos, ayudándola en todo lo que necesite de ustedes: ella ha protegido a muchos hermanos y también a mí. (Romanos 16:1-2)
Hace cuatro años escuché por primera vez estos versículos del capítulo 16 de la Carta de San Pablo a los Romanos.
Fue un jueves por la noche a principios de septiembre, cuando las tormentas eléctricas dominan las tardes de Durham. Estaba segura de que el remolque de la parroquia que utilizamos para las reuniones en la Inmaculada Concepción estaría vacío. Al acercarnos a las 7 de la tarde, la gente llegó empapada, y fuimos añadiendo sillas al semicírculo hasta que unas 40 personas llenaron la sala.
Luke Hansen proclamó la escritura y ayudó a establecer el contexto: la iglesia primitiva tenía mujeres diáconos(video en inglés); las mujeres siempre han formado parte del ministerio de Jesús; los cambios en el papel de la mujer en la sociedad y en la iglesia; una comisión papal (video en inglés) que está considerando si ahora podría ser el momento de restaurar este ministerio para las mujeres.
Luego compartí mi propia historia. Me pareció un poco arriesgado: una muestra de lo que algunos podrían sentir al declararse ante su comunidad eclesiástica. ¿Pensarán que estoy siendo infiel? ¿Me recibirán? ¿Me mirarán de manera diferente, ahora que he compartido esta some might feel as they come out to their church community. Will they think I’m being unfaithful? Will they receive me? Will they look at me differently, now that I’ve shared oración silenciosa (en inglés) para que las mujeres sean restauradas en el diaconado que había estado dando vueltas en mi corazón?
Miré y vi que los sacerdotes con los que trabajaba a diario respondían a mi testimonio con ánimo. Vi a mi supervisora, una mujer dedicada al ministerio durante más de 40 años, con lágrimas en los ojos y un lamento desde lo más profundo de su espíritu que se arremolinaba hasta la superficie. Vi a mujeres jóvenes que estudiaban teología escuchar con recelo, dudosas de tener esperanza. Vi a hombres, discerniendo sus propias vocaciones diaconales, pensando en su propio privilegio y luchando por ser solidarios mientras buscan servir a Jesús con todo su corazón.
No sabía quién era Santa Febe (artículo en inglés).
No sabía que tenía un día de fiesta o que se celebraba en una hermosa y solemne liturgia ortodoxa(video en inglés). No sabía que Origen y San Juan Cristóforo se referían (nota en inglés) a ella como una de las razones que justificaban que las mujeres sirvieran como diáconos en su época.
Sí supe que no estaba tan sola como creía.
Se acerca la fiesta de Santa Febe. Un momento para recordar a todas las que en nuestro propio camino han sido el rostro de Jesús, aquellas que vinieron a servir y no a ser servidas. Y para volver a reflexionar: ¿qué significa que Febe fuera una benefactora para San Pablo? ¿Qué puede significar que él diga a los demás que la ayuden con lo que ella les pida?
¿De qué manera podríamos comprometernos, este próximo año, a ayudar a Santa Febe? ¿Qué nos pide? ¿Cómo nos invita a proclamar la Buena Nueva? ¿Con quién quiere que te encuentres? ¿Cómo te empuja a servir y a ser generosa? ¿Y dónde está ella de pie en el umbral, distribuyendo los dones que se derraman en abundancia, para ayudar a la Iglesia a atender las necesidades de todos y ser un lugar de bienvenida para todos?
Quizás nos acompañes en nuestra liturgia virtual el sábado, 3 de septiembre, que será diferente a la del año pasado, y a la de nuestro encuentro inaugural en el 2020 (video en inglés)..
Por primera vez, algunos de nosotros nos reuniremos en persona en la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe en la Ciudad de México. Caminando juntos, cantando, partiendo el pan, celebrando la Misa. Y a las 8:30 pm ET encenderemos la conexión de zoom y te invitaremos a sumarte a nosotros mientras rezamos, mientras compartimos nuestras historias, mientras buscamos la intercesión de Santa Febe junto con Nuestra Señora de Guadalupe, de todos aquellos diáconos y santos que nos han precedido – sabiendo una vez más que no caminamos solos.