Nuestra amiga Elizabeth Young en Australia tuvo la oportunidad de entrevistar a la Hna. Nathalie Becquart mientras se encontraba en Australia como parte de la asamblea continental de Oceanía. Lee la entrevista completa aquí(en inglés). A continuación incluyo un extracto que inspiró la reflexión de esta semana.
Elizabeth: A través de este proceso sinodal, ¿cómo ve usted la promoción y expansión del diaconado permanente?
Sor Nathalie Becquart: [...]
Tenemos que considerar las cosas y discernir.
No podemos pensar en un ministerio en sí mismo, sino que pensamos en una visión amplia. En muchos países vemos que las mujeres están al servicio del diaconado de la Iglesia; esto se planteó especialmente en el Sínodo de la Amazonia. Tenemos que ser creativos. Los historiadores saben que han habido mujeres diáconos en la historia. Algunas iglesias ortodoxas las han restablecido, como la Iglesia Apostólica Armenia. Tenemos que considerar las cosas y discernir.
Lo que veo es que aún no existe una teología completa y precisa del diaconado.. Según dónde estén, los diáconos permanentes hacen cosas diferentes. Se supone que están para los marginados, pero a veces sólo hacen trabajo parroquial. Este Sínodo está discerniendo como ser Iglesia hoy y mañana, incluyendo todo tipo de ministerios.
¿Qué debe ser el diácono en a vida de una Iglesia sinodal? Durante mi participación en la reciente “Conferencia de Comunidades Proféticas" (en inglés) empecé a verlo. No sólo en teoría, sino también en la práctica.
Un grupo de más de 10 mujeres latinas líderes de COPA(en inglés), un proyecto de organización comunitaria en Monterey CA, estaban presentes, representando a parroquias de toda la Diócesis de Monterey. Habían contribuido decisivamente a dirigir la consulta local para el sínodo con su obispo (inglés). Aportaron décadas de experiencia en el arte de escuchar lo que hay en los corazones y mentes de su gente para construir una agenda de justicia social desde abajo. El sínodo les dio la oportunidad de poner en práctica esta formación y experiencia por el bien de la Iglesia que tanto aman.
Una de las líderes, Sally Torres, describió lo emocionante que fue que TODOS los ministerios de su parroquia participaran en las consultas de escucha del sínodo. Las personas se llenaron de energía al ser escuchadas.
En su discurso grabado, el obispo John C. Wester de Santa Fe habló de cómo confía en los organizadores comunitarios y organizaciones locales para que le ayuden a discernir un camino para actuar ante la injusticia.
He aquí, pues, una visión del ministerio diaconal en una iglesia sinodal:
Escuchar profundamente los corazones y las mentes de la gente. Compartir con el obispo lo que se ve y se escucha. Participar en el lento trabajo de construcción de la participación cívica de discernir el consenso con las personas de nuestras comunidades tan diversas, complejas y a menudo polarizadas.
Esto es lo que llevan haciendo los organizadores comunitarios desde hace 50 años en este país. La Campaña Católica para el Desarrollo Humano (en inglés) ha sido un ancla en esta labor: una estructura para que la Iglesia viva los principios de subsidiariedad, la opción por los pobres, la dignidad de los trabajadores y la solidaridad.
¿Qué significaría para la Iglesia reconocer el trabajo de organizar como una vocación? Como un trabajo santo, una llamada sagrada de Dios, de la comunidad – para servir a ambos mientras buscamos el bien común.
Así como necesitamos sacerdotes que nos recuerden a todos el sacerdocio universal, necesitamos organizadores que nos inviten a todos a participar en el trabajo de organizar como expresión pública de la fe.
Sally compartió como sus más de 20 años en el trabajo de organizar han sido una fuente de alegría, incluso cuando todavía se enfrentan a tremendas luchas en la comunidad. También lamentó que la parroquia esté disminuyendo y se pregunta cómo se sostendrá la próxima generación sin una fe en la que apoyarse.
Aquí es donde nos enfrentamos a que el organizar no lo arregla todo. Mi encuentro con Sally puso de relieve la necesidad del Ministerio de la Palabra, otro carisma del diácono. Necesitamos diáconos que compartan la buena nueva en un tono nuevo, para que los que están alejados puedan conocer al Dios al que ya pertenecen, y una Iglesia cuyo espacio es más amplio de lo que les enseñaron a creer.
Discerning Deacons dirigió el servicio de oración vespertino de la conferencia. Tuve la gran honra de predicar sobre Hechos 5:12-16 – donde estamos dentro de la historia de la comunidad apostólica primitiva, que está obrando señales y prodigios, "todos juntos" en el pórtico de Salomón. La palabra griega utilizada aquí es poderosa: nos ofrece profundidad y misterio en un viaje sinodal.
Homothumadon (O-mo-tu-ma-don)
"Una palabra griega única, utilizada 10 de sus 12 apariciones en el Nuevo Testamento en el Libro de los Hechos, nos ayuda a comprender la singularidad de la comunidad cristiana. Homothumadon es un compuesto de dos palabras que significan "avanzar" y "al unísono". La imagen es casi musical; suenan varias notas que, aunque diferentes, armonizan en tono y timbre. Como los instrumentos de un gran concierto bajo la dirección de un concertista, así el Espíritu Santo armoniza las vidas de los miembros de la Iglesia de Cristo" (de "Outline for Biblical Usage, Blue Letter Bible" -en inglés).
¡Avanzar al unísono! Para mí, esto suena como la teología de la diaconía sinodal, formada en la doctrina social católica y en la práctica de la organización para el consenso.
Hacemos bien en recurrir a los organizadores comunitarios de nuestro entorno, que pueden ayudar a mostrarnos cómo podemos practicar el amor al prójimo y buscar la justicia (Isaías 1). Y a los organizadores que aún están leyendo: la sinodalidad nos puede refrescar y motivar. Es un recordatorio de la promesa de que el Espíritu Santo es el protagonista que nos atrae a la comunión... no necesitamos ser los arquitectos de la justicia, sólo las manos y los pies del Resucitado que promete no dejarnos huérfanos.
La Hna. Nathalie tiene razón: debemos ser creativos. No necesitamos más monaguillos. Necesitamos ministros cuyo amor a la liturgia, reverencia por el misterio que allí celebramos, humildad en la tarea de ser Ministros de la Palabra estén todos al servicio del amor al Pueblo de Dios. Y este amor al pueblo de Dios debe impulsarnos siempre a salir a la calle mientras caminamos juntos–homothumadon– como comunidad de testimonio del amor, la sanación y la pertenencia de Dios.
En paz,