16 de marzo de 2022
"Confío en que veré la bondad del Señor Ien la tierra de los vivos". Salmo 27:13
El domingo rezamos este salmo. Enclavado entre los relatos de la alianza de Dios con Abraham y la Transfiguración de Jesús, habría sido fácil pasar por alto este delgado versículo en la avalancha de narraciones.
Así que quiero que vayamos más despacio, que volvamos a reflexionar sobre esta declaración de fe tenaz.
Me imagino estas palabras rezadas entre dientes apretados. Frente a innumerables asedios, marchas forzadas desde Jerusalén, y la vida en el exilio después de que los líderes no lograran evitar la guerra. Hablan de una creencia en las promesas de Dios aquí en la tierra de los vivos. No sólo en el más allá.
En este camino sinodal buscamos renovar una Iglesia en la que cada uno de nosotros encuentre nuestro lugar de pertenencia, nuestro lugar para servir y nuestro lugar para nutrirnos como parte del Pueblo de Dios. Y, sin embargo, muchos se sienten invisibles en la multitud. Sin nombre. Anónimos. Inseguros de qué talento tenemos que traer. No tan seguros de que será recibido aquí, en la tierra de los vivos. Esta es una lucha humana: formar parte de un pueblo, llegar a conocer a un Dios que nos conoce íntimamente y nos llama a una vasta comunión.
Y, sin embargo, también es cierto que las mujeres han luchado poderosamente, de manera particular, para ser vistas. Sus historias no siempre están incluidas en nuestro leccionario(nota en inglés)... y por eso puede ser necesario revisar nuestras Escrituras para revigorizar la plenitud que nos ofrece nuestra tradición. Un testimonio de mujeres fieles, que rezan con los dientes apretados, insistiendo en que las promesas de Dios se hagan realidad aquí, en la tierra de los vivos.
La canción"God of every daughter"(Dios de cada hija) hace un trabajo de oración fiel para nosotras. La compositora Sus Long nos habla del Dios con el que se encuentra Agar cuando es arrojada al desierto: el Dios que ve. Nos recuerda al Dios que fue testigo de la violación de Tamar y se negó a que su historia fuera borrada de la memoria bíblica (nota en ingles).
Es una canción que fue escrita por mujeres mientras leían juntas la Biblia en la cárcel.
Una canción escrita por el deseo de saber que Dios ve a las mujeres en la cárcel. Dios ve a las mujeres que huyen de la guerra. Dios ve a la víctima de la violencia doméstica.
Dios también ve a la predicadora que se esconde en el banco de atrás, llorando, y luego enjugando sus lágrimas para poder continuar con el trabajo de servir y ministrar, confiando que ha sido llamada.
Y es la oración del Salmo 27 a través de los dientes apretados -Veré la bondad en la tierra de los vivos. Porque este no es sólo el Dios de nuestros padres - es el Dios de cada hija.
Esta es la buena noticia que nos hace caminar y cantar.
Cuando compartí la canción por primera vez con una amiga cercana, ella respondió: este es el himno de Discerning Deacons. "Tócala en cada reunión, como parte de cada servicio de oración".
Así que se las ofrezco hoy, reconociendo que el camino sinodal nos invita a hacernos más visibles. A confiar en el Dios que ve... y que nos llama a hablar con parrhesia -audacia- sobre lo que hemos visto y oído y conocido.