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Testigos
Doris Almeida de Vasconcelos
April 26, 2021

Quiero compartir con ustedes mi rincón favorito de todo el mundo, ese lugar donde llegas para reponer fuerzas en tu camino. Es el Santuario de Nuestra Señora de Nazaret, en la comunidad de Recreio, el barrio pobre de casas de paja en Altamira, Amazonía Brasileña. Las matriarcas del barrio me cuentan que madres e hijas, entre 30 y 80 años, visitaron al Obispo Clemente Geiger. ¿Sobre qué conversó esa Iglesia viva hace más de 61 años?

Cuando era niña llegué con mi familia desde Sao Paulo, la cuarta ciudad más grande del mundo, al territorio sagrado de la Amazonía. El Santuario se convirtió en mi hogar materno, donde las matriarcas me educaron en la fe. Es un vecindario mayoritariamente de mujeres que evangelizan a las familias en la comunidad. Son verdaderas “mujeres diáconos” desde hace más de 61 años. Educaron en la fe a todas las generaciones del barrio más antiguo de la ciudad de Altamira, Recreio, donde viven lavanderas y pescadores. Estas mujeres sencillas conversaron con el Obispo y le dijeron que se sentían obligadas a asistir a la imponente Catedral porque no tenían parroquia. Le pidieron que hiciera una capilla en el barrio de las casas de paja, para orar y educar a sus hijos e hijas en la fe. La Iglesia escucha.

Trabajo con la Secretaría Pastoral y ya son 23 años de misión en el Xingu, vivo alegrías y sufrimiento traído por los grandes proyectos de represas y minería.. Denunciamos el abuso y explotación de niños, mujeres adolescentes, violencia hacia los jóvenes, invasión de madereros, acaparadores de tierras, extracción depredadora.

La Secretaría Pastoral trabaja con más de 692 comunidades eclesiales de base, 10 parroquias, 5 cuasi parroquias, 5 regiones pastorales, 10 municipios, una región de ríos, carreteras vecinales, aldeas, tierras indígenas, zonas de conservación y áreas de extracción de recursos naturales. Este es el hogar para ocho grupos étnicos indígenas del Xingu medio: los Xipaya, Kuruaya, Asurini, Parakaná, Arara, Juruna, Xkrin, y Arawete, así como varias comunidades tradicionales y quilombolas. La Amazonía es la Casa Común como dice el Papa Francisco. 

Las comunidades son muy distantes, los sacerdotes pueden visitarlas cada 6 meses o una vez al año. ¡Ahí estamos las mujeres! Después de la lucha y el trabajo diario, rezamos el rosario, organizamos círculos bíblicos, novenas. Estamos allí en la capilla, esperando organizadas, cuando llega el cura para atracar el bote o estacionar el auto. 

¿Qué sería de los equipos misioneros y sacerdotes de la parroquia sin nosotras, “mujeres diáconos” en las comunidades?

La Iglesia en el Xingu está compuesta en un 90% por mujeres en la dimensión pastoral, litúrgica y socioambiental; solo tenemos 24 sacerdotes y 33 religiosas y religiosos para aproximadamente 269.343 católicos en una enorme distancia geográfica de 361.981 km2. Si no somos nosotras, laicas y religiosas en las más de 692 Comunidades de Base, 544 rurales y 88 urbanas, no habría evangelización., Pero la hay, porque nosotras, como los apóstoles y apóstolas en el tiempo de Jesucristo, nos responsabilizamos y somos muchas: Marías, Marienes, Socorros, Raimundas, Madalenas, Josefas, Antonias, Ivonetes, Franciscas, Rosas, Estes, Malaques, Terezas…

Entendí la llamada del amor de Dios con el pueblo en el Amazonas. Mi fe, corre por mis venas, nací con ella, está enraizada en la fe inquebrantable de mi padre José, en el servicio y diálogo del Obispo Erwin Krautler, en la defensa a la vida del Padre Savio Corinaldese SX. Evangelizar en la Amazonía es una misión llamada a realizarse con el corazón y el alma abierta, para entrar en un diálogo intercultural que se asume en el intercambio de conocimientos, experiencias y sentimientos; que solo se pueden trabajar en el colectivo para profundizar al personal, la conversión integral, la Sinodalidad.  

Hace 60 años el Obispo Geiger y las mujeres se dieron cuenta que no hay forma de evangelizar en este terreno sagrado entre los pueblos sin diálogo, servicio, anuncio y testimonio construido colectivamente en la sencillez, la humildad y el compartir la fe y la vida. Así evangelizamos en el Xingu. Soy aprendiz de estas “mujeres diáconos”, afirmo mi amor por Dios, la Iglesia amada y los pueblos amados.

Doris Almeida de Vasconcelos nació en Sao Paulo, Brasil y creció en Xingu, Brasil en el corazón de la Amazonia. Una mujer consagrada laica de la Orden Franciscana Seglar, ella es catequista y activista socioambiental que trabaja en el Diócesis de Xingu. Ella se identifica como defensora de la vida y los derechos humanos y de la naturaleza. Ella practica Ecologia Integral con el apoyo del Equipo de la Red Eclesial Pan Amazónica (REPAM).

Doris es animadora de Laudato Si’, parte del Comité REPAM Xingu, y fue Auditora del Sínodo de los Obispos para la Región Panamazónica que se llevó a cabo en Roma en el 2019. Ella es licenciada en Letras y Especialista en Lenguaje y Docencia de la Universidad Federal de Pará.

Testigo
"[Espero que la Iglesia ordene mujeres al diaconado] para aportar un testimonio y una expresión más amplios de la vida, el amor y la presencia de Dios al pueblo de Dios. Las voces y el liderazgo de las mujeres sanarán, animarán y potenciarán las vidas de hombres, mujeres y niños. Provocará una nueva comprensión de la vocación eclesial y enriquecerá la vida familiar católica".
Deedee Van Dyke
Capellana Católica en Joliet, Illinois
Testigo
"La primer Apóstol fue una mujer, María Magdalena. Ella sigue siendo hoy una torre de fortaleza para las mujeres en el ministerio. Si se ordenaran más mujeres al diaconado en la Iglesia Católica Romana, creo que tendríamos homilías más significativas y espiritualmente enriquecedoras, y nuestras liturgias acogerían y darían la bienvenida a todos a la mesa eucarística."
Sonja Grace
Testigo
"Si fuera ordenada diácono, no sería un medio para alcanzar un fin, sino más bien una invitación continua a un camino más profundo y amplio con Cristo. A los diáconos se les pide que se hagan más visibles como manos al servicio de la Iglesia. Responder a tal vocación sería un tesoro, una profundización de mi vida de fe interior enriquecida por las experiencias exteriores de ministerio y servicio. Tanto el camino interior como el exterior se convierten en un anhelo de buscar y conocer al Cristo al que estamos llamados a servir."   
Nina Laubach
Estudiante, Programa de Doctorado en Divinidad, Seminario Teológico de Princeton

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