Llevar nuestro desorden a la montaña de transformación de Dios

"Transfiguration of Jesus" by Armando Alemdar Ara (Source: Wikimedia - Armando Ale, License: Creative Commons Attribution-ShareAlike 3.0 License)

La lectura del evangelio para el segundo domingo de cuaresma es poderosa. Vemos a Jesús y sus tres discípulos subir a la montaña. Van a la cima de la montaña y se transforman. Jesús es transformado a través de su transfiguración. Su rostro brilla como el sol. ¿Y cómo podrían los discípulos experimentar la divinidad de Cristo de una manera tan física y no transformarse ellos mismos? Hay tres discípulos en la cima de la montaña; Elías, Moisés, y Jesús están frente a ellos: los tres grandes profetas. La trinidad se refleja en la cima de esta montaña. 

La frase del Evangelio que más me llama la atención es “Este es mi Hijo en quien me complazco”. Dios dice esto desde una nube y los discípulos se postran de miedo. ¿Cuántas veces nosotros, los santos hijos de Dios, cedemos al miedo? Sé que yo lo hago una y otra vez. El miedo es no confiar en Dios. Jesús toca a los discípulos y les dice que no tengan miedo. Este es el momento donde los vemos dejar ir su miedo para que puedan ser transformados. Sé que yo también me he visto transformada. Fui bautizada católica, pero no fui criada en la iglesia católica. Sentía un agujero, como si faltara algo. He sido miembro de pleno derecho de la iglesia desde el 2009. Pero sé que todavía puedo ser transformada, solo tengo que dejar que Dios me guíe.

Hoy cantamos “Condúceme, Guíame” un himno afroamericano que conozco muy bien. Entonces, debemos dejar que Dios nos guíe a la montaña para que podamos ser transformados. Tengo que confiar en él y seguir su voluntad y no la propia. La razón por la que elegimos ese himno para reunirnos es para mostrar nuestra universalidad en la iglesia católica. Nosotros, como los discípulos y como las tres Marías que caminaron por la fe, venimos de diferentes caminos de la vida, hablando diferentes idiomas y de diferentes culturas. Y podemos tener diferentes identidades de género, orientaciones, razas. Pero sabemos especialmente por este Evangelio que, si llevamos todo al altar de Dios, es decir, si llevamos nuestro desorden a la montaña, también nosotros podemos ser transformadas. Tenemos que dar nuestros temores a nuestro Creador. Porque, aunque muchas cosas parezcan imposibles, nada es imposible para Dios. Él está muy complacido con Jesús, nos ve a él y nos ve y nos ama a todos y cada uno de nosotros y nos encuentra donde estamos. Pero esto no es algo que Dios hace solo por nosotros. Tenemos que presentarnos para Jesús como mi abuela siempre solía decir. Si tomamos nuestra fe, aunque sea tan pequeña como una semilla de mostaza, podemos llevarla a esa montaña y ser transformados. Y no solo nosotros como pueblo de la iglesia podemos ser transformados, la iglesia misma puede ser transformada, necesita y quiere ser transformada como hemos visto en este proceso sinodal.

Santa Febe es el núcleo de la razón por la que estamos reunidas aquí hoy. Como veremos cuando tengamos nuestro tiempo para reflexionar sobre la hermosa imagen de Becky "De la Fragmentación a la Unidad", no puede haber transformación a menos que todos nos unamos e incorporemos nuestra individualidad, nuestra belleza como hijos santos de Dios, y la entretejamos para impulsar a nuestra iglesia hacia el futuro y realmente abrazar el hecho de que necesitamos ser una iglesia universal.

Elevar a las mujeres y restaurar el diaconado para las mujeres y reconocer su papel en la iglesia es nuestra manera de transformarnos. Como los tres discípulos como Jesús, debemos esforzarnos por ser transformadas. No podemos dormirnos en los laureles. Siempre debemos estar dispuestas a promover nuestra fe y caminar en la luz, y esa luz incluye a Santa Febe, a este grupo, a nuestra iglesia universal y a la santísima trinidad.

Preguntas para reflexionar:

Al reflexionar sobre la imagen "De la Fragmentación a la Unidad".  

  • ¿Qué estás/estamos llamados a transformar?
  • ¿Cómo se ha transformado tu identidad como discípulo, especialmente como mujer, a lo largo del tiempo?
  • ¿Cómo se hace Dios presente ante ti en esa obra de transformación?

 

 

"De la fragmentación a la unidad", de Becky McIntyre, artista comunitaria y ex alumna de la Universidad St. Joseph de la promoción de 2017 y miembro del Círculo de Discerning Deacons de Filadelfia.
Dorina Pena

Dorina Pena

Dorina es feligresa de la parroquia de St. Vincent De Paul en Filadelfia, donde es miembro destacado del grupo de Pastoral de Jóvenes Adultos y Directora de Medio Ambiente. Forma parte del Círculo de Discerning Deacons de Filadelfia y tuvo una asistencia casi perfecta en la Escuela de Sinodalidad de Discerning Deacons.

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Testigo
"[Espero que la Iglesia ordene mujeres al diaconado] para aportar un testimonio y una expresión más amplios de la vida, el amor y la presencia de Dios al pueblo de Dios. Las voces y el liderazgo de las mujeres sanarán, animarán y potenciarán las vidas de hombres, mujeres y niños. Provocará una nueva comprensión de la vocación eclesial y enriquecerá la vida familiar católica".
Deedee Van Dyke
Capellana Católica en Joliet, Illinois
Testigo
"La primer Apóstol fue una mujer, María Magdalena. Ella sigue siendo hoy una torre de fortaleza para las mujeres en el ministerio. Si se ordenaran más mujeres al diaconado en la Iglesia Católica Romana, creo que tendríamos homilías más significativas y espiritualmente enriquecedoras, y nuestras liturgias acogerían y darían la bienvenida a todos a la mesa eucarística."
Sonja Grace
Testigo
"Si fuera ordenada diácono, no sería un medio para alcanzar un fin, sino más bien una invitación continua a un camino más profundo y amplio con Cristo. A los diáconos se les pide que se hagan más visibles como manos al servicio de la Iglesia. Responder a tal vocación sería un tesoro, una profundización de mi vida de fe interior enriquecida por las experiencias exteriores de ministerio y servicio. Tanto el camino interior como el exterior se convierten en un anhelo de buscar y conocer al Cristo al que estamos llamados a servir."   
Nina Laubach
Estudiante, Programa de Doctorado en Divinidad, Seminario Teológico de Princeton

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