Esta semana se cumple un mes desde que me embarqué en una peregrinacióninspirada en el sínodo, acompañada de mi familia. Pasamos 11 de los últimos 30 días viajando junto con la gente vibrante conectada con la Misión de Bachajón, una misión jesuita de más de 60 años que acompaña a cientos de comunidades indígenas Tseltales a través de un vasto territorio en las montañas de Chiapas, el estado más austral de México.
El Padre Steven Pitts, SJ se mostró como un generoso embajador, llevándonos a la Misión en Chilón y orientándonos sobre la región. (Resulta que además está en comunidad con el P. Warren Sazama, el jesuita cuyo firme respaldo ha contribuido a que Discerning Deacons tenga un hogar institucional en la parroquia de St. Thomas More en St. Paul, Minnesota).
Celebramos la fiesta de San Ignacio en Yomol A’tel la sede de una innovadora cooperativa de trabajo asociado de cultivadores de café, productores de miel y fabricantes de jabón y artesanías. La cooperativa surgió de la labor de
acompañamiento de la Iglesia y fue una respuesta creativa a los retos de la sostenibilidad económica, el cuidado de la tierra y la soberanía comunitaria. Así pues, si bien San Ignacio no es tradicionalmente un santo patrón en esta zona, nos reunimos con la comunidad jesuita y con aquellos inspirados por la espiritualidad jesuita que buscan vivir su vocación en un espíritu de humildad, valor y acción profética. Hubo un relato sobre su vida y pasamos un tiempo de oración contemplativa compartida con un examen guiado. Hicimos una pausa para recordar a los dos sacerdotes asesinados en junio. Pocos días después, caminamos por las calles de una de las comunidades vinculadas a la Misión, en el marco de un mes de testimonio por la paz celebrado en todo el país en protesta por la violencia y en reclamo de una mayor respuesta del gobierno para tratar los orígenes de la misma.
La Misión sirve a comunidades que están a 4 horas de distancia unas de otras. Pero recorrer caminos de tierra durante horas resultó una travesía fácil mientras el Padre Pepe y la Hermana Marisela compartían historias de organización por la paz, el acompañamiento a los campesinos en su lucha por recuperar los derechos sobre sus tierras, el trabajo del ministerio pastoral y el crecimiento del programa de diaconado permanente indígena.
Me presentaron a la figura del obispo Samuel Ruiz. De hecho, aprender sobre el obispo Ruiz es uno de los regalos de este primer mes. Un obispo profético que dirigió la diócesis durante 40 años, participó en el Concilio Vaticano II y fue un líder que puso sistemáticamente la opción por los pobres en el corazón y el alma del trabajo y la vida de la Iglesia.
En el momento de su nombramiento como obispo, en 1959, el 78% de la diócesis era indígena y hablaba nada menos que 5 lenguas diferentes. Aunque es famoso a nivel internacional por ayudar a negociar un acuerdo entre los zapatistas y el gobierno mexicano en 1994, también apoyó el desarrollo de un sólido ministerio dedicado a caminar con las mujeres.
Me encanta esta charla de principios del 2000 que fue sabiamente grabada para la posteridad, se titula "La búsqueda de la justicia desde la perspectiva de los pobres".
Este ministerio – llamado Coordinación y Dirección de Mujeres (CODIMUJ) – es un centro de liderazgo pastoral para miles de mujeres en toda la diócesis. Tuve la oportunidad de reunirme con su equipo en su hermoso espacio. En él, las mujeres pueden congregarse (hay dormitorios para que las personas puedan pasar unos días después de un largo viaje). A través de asambleas, identifican y establecen sus prioridades de atención pastoral y acción social, y tienen la oportunidad de profundizar en su propia formación en la fe a través de talleres, cursos de teología y estudios bíblicos.
Un relato potente compartido por el equipo de la CODIMUJ habló del impacto de volver a los orígenes y comprometerse con las figuras olvidadas de las Escrituras y la tradición. Cuando una participante regresó a su casa, su párroco mencionó en su homilía que María Magdalena era una prostituta. La mano de esta mujer se levantó, totalmente preparada para ayudar a corregirle: "No está en la Biblia, Padre". ¡Ella es el apóstol de los apóstoles!
Encontrando el Origen: La Sinodalidad en marcha desde hace décadas en San Cristóbal
Ha habido una práctica constante de sinodalidad que se extiende a muchos aspectos de cómo la Iglesia camina genuinamente con y como pueblo de Dios – a través de prácticas continuas de reunión, oración y una lectura rigurosa de la realidad social-política-económica que enfrenta el pueblo. Es a la luz de la buena nueva del Evangelio que las personas se enfrentan con honestidad a las fuerzas que están causando la muerte en las comunidades, y elaboran formas de avanzar juntos proféticamente en un camino de paz, para hacer valer la dignidad, en especial la de quienes están siendo desechados o quienes ven su vida en peligro.
Rafael Luciani, en su libro "La sinodalidad" (Sinodalidad, publicación en inglés), señala varios ejemplos vivos en América Latina que ofrecen una especie de origen de lo que puede ser la "sinodalización" de la Iglesia – estructuralmente, espiritualmente, colegialmente, prácticamente, pastoralmente. Aquí, en San Cristóbal, es precisamente a través de décadas de compromiso con la mayor responsabilidad hacia los pobres y las luchas que enfrenta la gente, que las prácticas de sinodalidad se han fortalecido con el tiempo. Es lo que llevó a la elección de la primera mujer para servir como Vicario Pastoral de la diócesis... la única mujer que ocupa ese cargo en todo México.
¿Y el diaconado?
Hay mucho que compartir sobre la forma en que se ejerce el ministerio diaconal (y mucho que todavía tengo que aprender). Lo que estoy notando no es muy diferente a lo que sucedería en los Estados Unidos: el diaconado varía según el contexto local. Por ejemplo, en la Misión de Bachajón, donde celebran un rito litúrgico inculturado en la lengua local del tseltal, hubo un desarrollo intencional de un programa de diaconado permanente indígena. Las parejas fueron llamadas a este "cargo" – es decir, responsabilidad -- por y para sus comunidades. Las parejas transitan juntas durante años de formación para crecer en su conocimiento, formación pastoral y teológica, y preparación para servir a sus comunidades con un compromiso de por vida. Las parejas de diáconos que conocimos eran increíblemente humildes, pero a la vez claramente reconocidas como líderes fundamentales. Representan a la Iglesia a nivel local, celebrando liturgias de la palabra y presidiendo celebraciones y fiestas litúrgicas locales; y están llamadas a plantear las preocupaciones de la comunidad respecto a las prioridades pastorales, así como las cuestiones económicas y políticas más apremiantes para el pueblo. Ejercer el ministerio juntos es una manera de elevar la voz de las mujeres y hacerla más visible. La pareja de diáconos trabaja en equipo, acompañando a su pueblo en su tristeza y en su alegría.
Nos ha llenado de humildad la cálida acogida que hemos recibido como familia en celebraciones litúrgicas, reuniones comunales y en los hogares, así como en el diálogo sobre la sinodalidad, el papel de la mujer, la historia, la política regional y la vitalidad del Pueblo de Dios que mantiene la fe a través de todo ello.
Si bien la distancia del idioma, de la cultura y de la ubicación social puede parecer a menudo insuperable, la gracia de este último mes ha sido ver y experimentar momentos de profunda comunión. Como cuando nos reunimos para celebrar la vida de San Ignacio de Loyola, hablando de su vida y pasando tiempo en oración contemplativa compartida mientras hacíamos un examen.
to celebrate the life of San Ignacio de Loyola, telling about his life and spending time in shared contemplative prayer as we walked through an examen.
Aquí estuvimos compartiendo juntos una fe, una esperanza y un amor que ensancha los corazones y, de hecho, nos lleva a todos a una comunión cada vez mayor con nuestro Creador.