Dios Jamás Nos Olvida

Jennifer Kelly y Justin Countryman conversan en la unidad penitenciaria de Twin Rivers, en el estado de Washington. A Jennifer se la suele identificar en el complejo por la guitarra que lleva a la espalda. (Foto cortesía de Stephen Brashear).

La reflexión de esta semana fue escrita por Jennifer Kelly, que trabaja como directora espiritual y ministra de música en centros penitenciarios del estado de Washington. Ella ofrece su testimonio, inspirado en las lecturas del miércoles de la Cuarta Semana de Cuaresma.

Sánchez se acercó a la ventana de su celda con una sonrisa amable y empezó a recitar: "Que todo lo que es del poder de las tinieblas sea atado en las manos de Jesús y expulsado".

Cuando conocí a Sánchez, me contó que acababa de superar una crisis de salud mental y que había pasado varios días en el ala de observación y tratamiento de la prisión. Con ojos profundamente preocupados, compartió su temor de que las voces aterradoras pudieran volver. Me pidió que rezara.

Con la mano apoyada en el cristal y Sánchez inclinado como si mi mano descansara sobre su cabeza, supliqué en silencio una oración que pudiera ofrecerle consuelo y la seguridad de la presencia de Dios. Me sentí miserable ante su sufrimiento. 

Hace años, un querido amigo y mentor jesuita me enseñó la oración del "poder de las tinieblas" y me dijo que es una de las oraciones de exorcismo de la Iglesia católica. Quedé bastante sorprendida (y un poco preocupada) de que quisiera enseñarme una oración de exorcismo. El padre Paul continuó diciendo que todos nos sentimos asaltados por desafíos en algún momento. La oración no tiene por qué ser para algo tan dramático como una posesión demoníaca. Él creía que podía ayudarme con la depresión con la que estaba luchando.

Después de rezar por Sánchez, el recuerdo de aquella oración sencilla pero poderosa vino a saludarme. La escribí y la introduje por la rendija de la puerta: "Reza esto siempre que te sientas ansioso o temas que vuelvan las voces. Es una oración poderosa que me ha traído mucha paz y la sensación de la protección y el amor de Dios. Creo que a ti también te servirá".

 "Gracias", dijo Sánchez en tono tierno. "Te lo agradezco", añadió, enfatizando su gratitud de una forma tan típica de quienes conozco entre rejas.

Y así, una semana después, no pude evitar sentir una oleada de alivio y gratitud ante su cambio de semblante. 

"Memoricé la oración", me dijo en voz baja. "La rezo cada vez que me despierto y varias veces al día. Me ayuda mucho". Su miedo había disminuido. Pude notar el cambio.

Tanto el Papa Francisco, nuestro primer papa jesuita, como San Ignacio de Loyola, el fundador de los jesuitas, se han referido al enemigo del autor de la vida como aquel que intenta alejarnos de Dios, con frecuencia utilizando medios engañosamente ordinarios – el "hablar mal de uno mismo", la depresión, el desánimo – para hacernos sentir abandonados. 

Una vez me enseñaron que una gracia concedida es indestructible y puede resurgir cuando menos se espera. La Cuaresma puede ser el tiempo perfecto para que abramos nuestros corazones al retorno de las gracias que permanecen dormidas, para que recemos a fin de que resurjan renovadas con la llegada de días más largos, para que se conviertan en una bendición para los demás. 

En la lectura de hoy de Isaías, nos encontramos con el Dios que nos hizo y nos ama, el mismo Dios que acompañó fielmente a Jesús durante sus 40 días en el desierto. Dios nunca abandonó a Jesús a la voz demoníaca que intentaba engañarle. Que nosotros también confiemos en el Dios que nos hizo y nos ama, que nunca nos abandonará y que nos encarga que vayamos orando, predicando, sanando y llevando luz. 

En el tiempo de la misericordia te escuché,
en el día de la salvación te auxilié;

¿Puede acaso una madre olvidarse de su criatura
hasta dejar de enternecerse por el hijo de sus entrañas?
Aunque hubiera una madre que se olvidara,
yo nunca me olvidaré de ti.    

(Isaías 49: 8 y 15)


Jennifer Kelly

Jennifer Kelly

Jennifer es fundadora y directora de Jesuit Restorative Justice Initiative Northwest, una iniciativa de la Provincia Occidental de los jesuitas que lleva retiros y programas ignacianos a centros penitenciarios del Estado de Washington. Es directora emérita y miembro desde hace 39 años de L'Arche Seattle. Jennifer ha trabajado extensamente en el ministerio de retiros, dirección espiritual, liderazgo de organizaciones sin ánimo de lucro y ministerio musical. En su tiempo libre, es cantautora, amante de la naturaleza y de una buena caminata, y encuentra sustento en pasar el tiempo con su marido Gerry.

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Testigo
"[Espero que la Iglesia ordene mujeres al diaconado] para aportar un testimonio y una expresión más amplios de la vida, el amor y la presencia de Dios al pueblo de Dios. Las voces y el liderazgo de las mujeres sanarán, animarán y potenciarán las vidas de hombres, mujeres y niños. Provocará una nueva comprensión de la vocación eclesial y enriquecerá la vida familiar católica".
Deedee Van Dyke
Capellana Católica en Joliet, Illinois
Testigo
"La primer Apóstol fue una mujer, María Magdalena. Ella sigue siendo hoy una torre de fortaleza para las mujeres en el ministerio. Si se ordenaran más mujeres al diaconado en la Iglesia Católica Romana, creo que tendríamos homilías más significativas y espiritualmente enriquecedoras, y nuestras liturgias acogerían y darían la bienvenida a todos a la mesa eucarística."
Sonja Grace
Testigo
"Si fuera ordenada diácono, no sería un medio para alcanzar un fin, sino más bien una invitación continua a un camino más profundo y amplio con Cristo. A los diáconos se les pide que se hagan más visibles como manos al servicio de la Iglesia. Responder a tal vocación sería un tesoro, una profundización de mi vida de fe interior enriquecida por las experiencias exteriores de ministerio y servicio. Tanto el camino interior como el exterior se convierten en un anhelo de buscar y conocer al Cristo al que estamos llamados a servir."   
Nina Laubach
Estudiante, Programa de Doctorado en Divinidad, Seminario Teológico de Princeton

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