Las lágrimas de Agar son vistas por Dios

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Cuando me pidieron por primera vez que predicara sobre el tema de la eliminación de la violencia contra las mujeres para nuestro Servicio de Oración de Santa Febe el 3 de noviembre, dije inmediatamente que no. No me sentía equipada ni preparada para asumir esta tarea. A decir verdad, me sentía pequeña, que no tenía nada de valor que aportar. Mientras Ellie seguía invitándome a predicar, mencionó la lectura sobre Agar. Con lágrimas en los ojos, dije que sí. ¿Por qué? Porque la historia de Agar en el Génesis me ha acompañado durante los últimos años. No sé ustedes, pero yo no crecí escuchando el nombre de Agar o su historia. Lo que crecí escuchando fue cómo Abraham y Sara eran ancianos, tenían problemas para concebir, y más tarde él tuvo muchos hijos. Incluso hay una canción que cantábamos en la clase de CCD: "Padre Abraham tenía hijos, muchos hijos tenía el padre Abraham, yo soy uno de ellos y tú también y ahora vamos a alabar al Señor".

Me presentaron la historia de Agar por primera vez cuando estudiaba en la Universidad de St. Mary en San Antonio. Al enterarme de su historia completa, me quedé asombrada, frustrada y muy preocupada. ¿Por qué no oímos hablar de Agar y de su historia? ¿Dónde estaba Dios en todo esto? Parece que es difícil incluso decir su nombre y lo que se le hizo a ella, a su cuerpo y a su dignidad en nombre de dar un hijo a Abraham.

Llevé toda esa frustración al aula y, afortunadamente, tuve una profesora maravillosa, la Dra. Sarah Ronis, que me dijo: "Por eso ahora estamos aprendiendo sobre ella y otras mujeres y sus historias, para poder compartirlas".

Así que me propuse como misión personal dar a conocer la historia de Agar. ¿Quién es Agar? Agar es una mujer, una emigrante, una esclava, una madre, y también alguien que tuvo una experiencia extraordinaria de Dios. En su agonía, Dios escuchó su clamor y la miró con misericordia y abundante amor.

Su historia es una historia de supervivencia. No es sólo una historia del pasado. Soy de México, un hermoso país con una exquisita gastronomía, donde los colores son vibrantes y la gente es cálida y alegre. Tenemos artistas increíbles, del pasado y del presente, y es donde se creó la televisión en color, sólo por nombrar algunos. También es el segundo país de las Américas con más feminicidios, con 700 mujeres asesinadas sólo este año de enero a septiembre, ¡algo que no me enorgullece de mi país!

La historia de Agar sigue viviendo en las lágrimas de las mujeres que cruzan la frontera y se ven obligadas a separarse de sus familias, en el grito silencioso de las mujeres que sufren abusos sexuales en las universidades y en los cuerpos de las mujeres afroamericanas asesinadas por los supremacistas blancos.

Y en todo esto, pienso: ¿dónde está Dios? ¿Dónde está el Dios que me ve, que nos ve?

Como Agar, Dios me ha encontrado en el pozo. Qué hermoso es que un pozo sea un lugar que contiene agua, y el agua es vida, y nos refresca. Cuando me siento reseca y agotada, pienso en esos momentos junto al pozo y en esas personas que son como el agua para mí. ¿Dónde está tu pozo? ¿De dónde sacas tu agua?

Sigo reflexionando sobre estas preguntas, y quiero invitarte a que hagas lo mismo.

Bordar y tejer es medicina*

Cuando estuve en Ciudad Juárez para una clase de posgrado sobre migración y educación, conocí a una mujer diaconal, con un profundo y genuino amor por sus vecinos. Con sus manos, ayudó a secar muchas lágrimas, y sus brazos fueron el hogar de muchos. Ella es mi constante recuerdo de un pozo de agua viva.

Ella es como un puente entre Ciudad Juárez y El Paso, abogando por las mujeres abandonadas en la frontera. No tiene ningún cargo eclesiástico, ni le pagan por su trabajo. Esta mujer diaconal me contó la historia de una mujer salvadoreña que se parece mucho a la historia de Agar.

La mujer salvadoreña había huido de su país de origen para escapar de la violencia doméstica y de las pandillas y de la falta de oportunidades laborales. Lo único que llevaba consigo al cruzar la frontera con México era su fe y la esperanza de una vida mejor para ella y su familia. Con un poco de dinero en el bolsillo, estaba desesperada por cruzar la frontera con Estados Unidos para reunirse con su familia. Sin embargo, un hombre se aprovechó de su desesperación y la secuestró un “coyote” para convertirla en víctima del tráfico sexual. Abusaron sexualmente de ella muchas veces y casi la matan. Arrojaron su cuerpo casi moribundo y desnudo, como un pañuelo inútil, frente a la catedral de Ciudad Juárez. La encontraron las integrantes de la cooperativa de mujeres diaconales que se dedican a bordar blusas y bolsas para recaudar dinero y ayudarse entre ellas. La llevaron al hospital, donde recibió la atención adecuada, y continuaron acompañándola en su trayectoria.

Embroidery by the co-op women

Con sus frágiles y cansadas manos, la salvadoreña comenzó a bordar con otras mujeres, ayudándose mutuamente en esta lucha–, y esta fue una forma de sanar, contar sus historias y acompañarse. Afortunadamente, se le concedió asilo y pudo emigrar con seguridad a Estados Unidos. Este no fue un proceso fácil, sino que duró años.

Le pregunté a esta mujer diaconal, ¿de dónde saca su fuerza? ¿Y cómo sigue haciendo esto sin recibir pago o reconocimiento?

"Mi fuerza viene de Dios que me ve, Dios sabe", dijo. "Mi deber es llevar a Jesús, no sólo quedarme en las bancas de la iglesia, o en el rezo de las oraciones, sino llevarlo a las calles y donde más se necesita".

Me pregunto cuál es nuestro papel para acabar con la violencia doméstica. ¿Qué otras historias de mujeres en la Biblia no conocemos? ¿Y por qué no las conocemos?

Agar es la primera mujer de la Biblia que nombra a Dios. Ella sigue enseñándome que Dios nos ve, ve nuestro dolor. Y al igual que Santa Febe, aunque nuestras historias no se conozcan del todo, son importantes. Nos enseñan el amor de Dios, sus promesas, y que es importante que seamos conscientes de lo que no vemos. ¿Quién no está en la mesa? ¿Quién falta y por qué? ¿Cómo podemos ser la comunidad que ve y recibe a los que sufren y están heridos?

Compartamos las historias duras y difíciles y los nombres que nos rodean con una mirada esperanzadora. Seamos luz en la oscuridad, y sigamos respondiendo al llamado de Dios, confiando en que tenemos un Dios que nos ve.

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Arumi Ortiz

Arumi es estudiante de segundo año de posgrado en la Escuela de Teología y Ministerio del Boston College. También sirve como coordinadora del Ministerio de Redes Sociales de Discerning Deacons.

*Bordar y tejer es medicina es una frase utilizada en el libro Voices from the Ancestors: Xicanx and Latinx Spiritual Expressions and Healing Practices, editado por Lara Medina y Martha R. Gonzales.

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Ser testigos
“Being able to be educated on who St. Phoebe is and giving others the chance to meet her, being part of a community of women who promote an inclusive model of the church, and seeing my own community come alive and heal from division provides a vision of what can and will be possible one day in the Catholic Church.”
Kathleen O'Brien
Maryknoll Bay Area Regional Coordinator in the Mission Formation Department
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“I have witnessed these women become Catholic high school teachers, professors, writers, administer parish life and leaders of prayer services. Women have been my peers and supervisors, except in diaconal ministry. I continue to hold out hope that women’s gifts for ministry and service can and will be acknowledged by the church.”
Fr. Tom Cwick, SJ
Pastoral Minister, North Side, St. Louis, MO
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“I am grateful as a pastor and a part of the BCCs here to learn and journey together with others. As a priest in our community, I am proud to be a part of this ministry to uplift women who are struggling. It is great joy and fulfillment. In my personal life, I have experienced the richness of acknowledging and uplifting the witness of women in the early Church and also in our Church today.”
Fr. Vincent Dsouza, SJ
Pastor and Base Christian Community Leader, India

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