Las lágrimas de Agar son vistas por Dios

Photo by Javier Martínez on Unsplash

Cuando me pidieron por primera vez que predicara sobre el tema de la eliminación de la violencia contra las mujeres para nuestro Servicio de Oración de Santa Febe el 3 de noviembre, dije inmediatamente que no. No me sentía equipada ni preparada para asumir esta tarea. A decir verdad, me sentía pequeña, que no tenía nada de valor que aportar. Mientras Ellie seguía invitándome a predicar, mencionó la lectura sobre Agar. Con lágrimas en los ojos, dije que sí. ¿Por qué? Porque la historia de Agar en el Génesis me ha acompañado durante los últimos años. No sé ustedes, pero yo no crecí escuchando el nombre de Agar o su historia. Lo que crecí escuchando fue cómo Abraham y Sara eran ancianos, tenían problemas para concebir, y más tarde él tuvo muchos hijos. Incluso hay una canción que cantábamos en la clase de CCD: "Padre Abraham tenía hijos, muchos hijos tenía el padre Abraham, yo soy uno de ellos y tú también y ahora vamos a alabar al Señor".

Me presentaron la historia de Agar por primera vez cuando estudiaba en la Universidad de St. Mary en San Antonio. Al enterarme de su historia completa, me quedé asombrada, frustrada y muy preocupada. ¿Por qué no oímos hablar de Agar y de su historia? ¿Dónde estaba Dios en todo esto? Parece que es difícil incluso decir su nombre y lo que se le hizo a ella, a su cuerpo y a su dignidad en nombre de dar un hijo a Abraham.

Llevé toda esa frustración al aula y, afortunadamente, tuve una profesora maravillosa, la Dra. Sarah Ronis, que me dijo: "Por eso ahora estamos aprendiendo sobre ella y otras mujeres y sus historias, para poder compartirlas".

Así que me propuse como misión personal dar a conocer la historia de Agar. ¿Quién es Agar? Agar es una mujer, una emigrante, una esclava, una madre, y también alguien que tuvo una experiencia extraordinaria de Dios. En su agonía, Dios escuchó su clamor y la miró con misericordia y abundante amor.

Su historia es una historia de supervivencia. No es sólo una historia del pasado. Soy de México, un hermoso país con una exquisita gastronomía, donde los colores son vibrantes y la gente es cálida y alegre. Tenemos artistas increíbles, del pasado y del presente, y es donde se creó la televisión en color, sólo por nombrar algunos. También es el segundo país de las Américas con más feminicidios, con 700 mujeres asesinadas sólo este año de enero a septiembre, ¡algo que no me enorgullece de mi país!

La historia de Agar sigue viviendo en las lágrimas de las mujeres que cruzan la frontera y se ven obligadas a separarse de sus familias, en el grito silencioso de las mujeres que sufren abusos sexuales en las universidades y en los cuerpos de las mujeres afroamericanas asesinadas por los supremacistas blancos.

Y en todo esto, pienso: ¿dónde está Dios? ¿Dónde está el Dios que me ve, que nos ve?

Como Agar, Dios me ha encontrado en el pozo. Qué hermoso es que un pozo sea un lugar que contiene agua, y el agua es vida, y nos refresca. Cuando me siento reseca y agotada, pienso en esos momentos junto al pozo y en esas personas que son como el agua para mí. ¿Dónde está tu pozo? ¿De dónde sacas tu agua?

Sigo reflexionando sobre estas preguntas, y quiero invitarte a que hagas lo mismo.

Bordar y tejer es medicina*

Cuando estuve en Ciudad Juárez para una clase de posgrado sobre migración y educación, conocí a una mujer diaconal, con un profundo y genuino amor por sus vecinos. Con sus manos, ayudó a secar muchas lágrimas, y sus brazos fueron el hogar de muchos. Ella es mi constante recuerdo de un pozo de agua viva.

Ella es como un puente entre Ciudad Juárez y El Paso, abogando por las mujeres abandonadas en la frontera. No tiene ningún cargo eclesiástico, ni le pagan por su trabajo. Esta mujer diaconal me contó la historia de una mujer salvadoreña que se parece mucho a la historia de Agar.

La mujer salvadoreña había huido de su país de origen para escapar de la violencia doméstica y de las pandillas y de la falta de oportunidades laborales. Lo único que llevaba consigo al cruzar la frontera con México era su fe y la esperanza de una vida mejor para ella y su familia. Con un poco de dinero en el bolsillo, estaba desesperada por cruzar la frontera con Estados Unidos para reunirse con su familia. Sin embargo, un hombre se aprovechó de su desesperación y la secuestró un “coyote” para convertirla en víctima del tráfico sexual. Abusaron sexualmente de ella muchas veces y casi la matan. Arrojaron su cuerpo casi moribundo y desnudo, como un pañuelo inútil, frente a la catedral de Ciudad Juárez. La encontraron las integrantes de la cooperativa de mujeres diaconales que se dedican a bordar blusas y bolsas para recaudar dinero y ayudarse entre ellas. La llevaron al hospital, donde recibió la atención adecuada, y continuaron acompañándola en su trayectoria.

Embroidery by the co-op women

Con sus frágiles y cansadas manos, la salvadoreña comenzó a bordar con otras mujeres, ayudándose mutuamente en esta lucha–, y esta fue una forma de sanar, contar sus historias y acompañarse. Afortunadamente, se le concedió asilo y pudo emigrar con seguridad a Estados Unidos. Este no fue un proceso fácil, sino que duró años.

Le pregunté a esta mujer diaconal, ¿de dónde saca su fuerza? ¿Y cómo sigue haciendo esto sin recibir pago o reconocimiento?

"Mi fuerza viene de Dios que me ve, Dios sabe", dijo. "Mi deber es llevar a Jesús, no sólo quedarme en las bancas de la iglesia, o en el rezo de las oraciones, sino llevarlo a las calles y donde más se necesita".

Me pregunto cuál es nuestro papel para acabar con la violencia doméstica. ¿Qué otras historias de mujeres en la Biblia no conocemos? ¿Y por qué no las conocemos?

Agar es la primera mujer de la Biblia que nombra a Dios. Ella sigue enseñándome que Dios nos ve, ve nuestro dolor. Y al igual que Santa Febe, aunque nuestras historias no se conozcan del todo, son importantes. Nos enseñan el amor de Dios, sus promesas, y que es importante que seamos conscientes de lo que no vemos. ¿Quién no está en la mesa? ¿Quién falta y por qué? ¿Cómo podemos ser la comunidad que ve y recibe a los que sufren y están heridos?

Compartamos las historias duras y difíciles y los nombres que nos rodean con una mirada esperanzadora. Seamos luz en la oscuridad, y sigamos respondiendo al llamado de Dios, confiando en que tenemos un Dios que nos ve.

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Arumi Ortiz

Arumi es estudiante de segundo año de posgrado en la Escuela de Teología y Ministerio del Boston College. También sirve como coordinadora del Ministerio de Redes Sociales de Discerning Deacons.

*Bordar y tejer es medicina es una frase utilizada en el libro Voices from the Ancestors: Xicanx and Latinx Spiritual Expressions and Healing Practices, editado por Lara Medina y Martha R. Gonzales.

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Ser testigos
“For many years, I had the privilege of leading Communion services in nursing homes and assisted living facilities. In the beginning, I did this with great trepidation, but by the time my ministry ended, I was thoroughly convinced that the Holy Spirit can fill the hearts, souls and minds of faith-filled women every bit as much as those of men.”
Jacalyn Anderson
Parish Member and Lector, Winchester, WI
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Ser testigos
“I have been blessed with women who have shared their many gifts with me. They have broken open Scripture for the people of God with their own perspective and insight. They have shown ways of leading which empower and confirm the value of each individual person. They have offered perspectives and visions of the Spirit’s call to live God’s love for all.”
Don Highberger, SJ
University Campus Minister and Hospital Pastoral Minister, St. Louis, MO
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Ser testigos
“If I could be ordained a deacon, the people would hear the Good News preached with authority at the pulpit and in the world. For me personally, it would feel like the ability to serve in the manner in which God has put on my heart to serve. As a minister of the word, liturgy and charity, I would preach the word to inspire others to love God and their neighbor. I would continue to bring communion to the sick and imprisoned, but I would also free our priests by taking on some baptisms, weddings, and funeral services that are outside of the Mass. It would feel like the fullness of what I was meant to do.”
Theresa Shepherd-Lukasik
Director of Adult Faith Formation, St. Joseph Parish, Seattle, WA

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