Hoy es el Día de los Fieles Difuntos y cada uno de nosotros lleva en su corazón a seres queridos cuyas vidas y recuerdos atesoramos. A mí me pesa la pérdida reciente de una querida amiga, líder de la comunidad y colega del ministerio de la Misión Dolores , Rita Chairez. Rita falleció el 18 de octubre a los 62 años.
Mamá Rita, como era conocida cariñosamente por las personas encarceladas, fue una líder clave en la comunidad de Boyle Heights/East LA durante décadas. Nacida en Zacatecas, México, Rita estaba orgullosa de su herencia y recibió gran fortaleza gracias a su devoción a Nuestra Señora de Guadalupe. Fue una mentora clave y una guía de sabiduría para mí y para muchos, incluyendo miembros del clero, a lo largo de mis doce años de ministerio en la Misión Dolores.
Cuando la comunidad quedó traumatizada tras la muerte de una niña de 10 años a causa de una bala perdida mientras andaba en patinete frente a su casa, Rita ayudó a dirigir el esfuerzo de respuesta de la comunidad en varios frentes. A través del Proyecto Pastoral. se puso en marcha Camino Seguro, y las mujeres diaconales de la parroquia–mujeres inmigrantes de México y Centroamérica–se vistieron con camisetas verdes y se apostaron frente a sus casas por la mañana y por la tarde para que los niños y niñas tuvieran un paso seguro para ir y volver de la escuela. Los pandilleros respetaban a las madres y no se disparaban entre sí ni acosaban a los jóvenes si las madres y abuelas estaban fuera haciendo guardia con sus camisas verdes. Fue una teología encarnada de presencia radical con el poder de impedir posibles chispas de violencia. La primera vez que me entregaron una camisa verde y me quedé fuera de la iglesia con las señoras durante una arriesgada misa de funeral, Rita y otros bromeaban después diciendo que mis piernas no habían dejado de temblar. Necesitaba el entrenamiento en la fe y la intrepidez que me ofrecían estas mamás .
Poco después de comenzar mi trabajo ministerial en la Misión Dolores, un ex jugador estrella de fútbol americano de la escuela secundaria fue asesinado a tiros en una fiesta del 4 de julio. Quedamos devastados. Su familia participaba activamente en la Iglesia y Escuela de la Misión Dolores, y Rita y yo decidimos iniciar un grupo de apoyo para padres y madres que habían perdido a sus seres queridos a causa de la violencia: el Grupo Sobrevivientes. Rita y yo facilitamos el grupo durante unos siete años con reuniones mensuales, misas conmemorativas, retiros y un encuentro navideño para sus familias un par de semanas antes de Navidad con comida, manualidades y juegos en familia. Las fiestas son una época en la que se echa de menos a los seres queridos, y Rita comprendió el poder curativo de decorar un adorno hecho a mano con el nombre de tu hijo o hija mientras otros a tu alrededor hacían lo mismo.
A medida que la sanación en este grupo progresaba, varios de los miembros comenzaron a visitar a personas encarceladas en la prisión. Con el liderazgo y el apoyo de Rita a través de su trabajo con Healing Hearts, Restoring Hope(página en inglés), los sobrevivientes compartieron sus testimonios y participaron en diálogos de sanación (página en inglés) con personas encarceladas. Los sobrevivientes comprendieron que su propia sanación estaba ligada a la sanación del delincuente, y fueron encuentros llenos de gracia cuya preparación llevó unos dos años. Participé en tres de ellos y me maravilló el trabajo de justicia restaurativa que Rita había realizado con las personas encarceladas para prepararlas para estos encuentros con las víctimas/sobrevivientes.
Un año, Rita y yo, junto con el Grupo de Sobrevivientes, decidimos invitar a nuestra reunión de Navidad a las familias de un grupo de apoyo vecino para padres y madres con seres queridos encarcelados por asesinato. La reunión comenzó muy incómoda a pesar de nuestra planificación. A la gente le costaba conectarse y optaba por quedarse sólo con su familia y no interactuar con los demás. Había un muro invisible que separaba a las familias que pasaban sus semanas visitando tumbas y a las familias que pasaban sus semanas visitando prisiones. Una de las actividades era que cada familia decorara una casa de pan de jengibre. Eso relajó un poco el ambiente. Y entonces descubrimos que sólo teníamos cinco cubos de crema (nota en inglés) y que las familias tendrían que compartir esta crema entre las 20 mesas del comedor escolar. Entonces, los niños pequeños del grupo empezaron a correr de mesa en mesa en busca de crema y, por tanto, a mirar las casas de pan de jengibre de los demás. Y cuando los niños empezaron a hablar y a reírse entre ellos, las madres empezaron a hablar entre ellas y luego los padres empezaron a hablar entre ellos. Incluso los adolescentes se animaron a hablar entre sí. Y antes de que nos diéramos cuenta, se había formado un sentido de parentesco en la sala.
Este tipo de encuentros pudieron realizarse porque Rita–que perdió a dos de sus hermanos por la violencia de pandillas–era un alma enorme, valiente, tenaz, divertida, visionaria, y creía que el largo camino hacia la reconciliación, el perdón y la sanación era un camino que valía la pena construir. En paz descanse mi querida amiga. Rita Chairez, ¡Presente!
Con amor y gratitud,
Ellie