La semana pasada presenté el ministerio de Discerning Deacons a los alumnos del último año del Flintridge Sacred Heart High School en La Cañada, California. Gracias a una invitación de la profesora Kristina Ortega y a la tecnología, pude visitar tres clases desde Miami, Florida.
En un momento en el que muchas jóvenes católicas de la escuela secundaria y de la universidad expresan una inmensa frustración y desánimo con la Iglesia católica institucional, el trabajo de Discerning Deacons puede encender una chispa de esperanza para imaginar un futuro mejor que incluya más plenamente las voces y los dones de las mujeres.
A estas jóvenes les sorprendieron las historias y la evidencia de mujeres diáconos (en inglés) en el cristianismo primitivo. Desde las primeras comunidades cristianas hasta el siglo XXI, las mujeres diáconos bautizaban y ungían a las mujeres, proclamaban el Evangelio, predicaban, enseñaban catecismo a niños, ayudaban en el altar, administraban las finanzas, ayudaban en las investigaciones de anulación de matrimonios y cuidaban de las mujeres marginadas, en especial de las enfermas, pobres o encarceladas. Pero esta historia no es la que los jóvenes aprenden habitualmente en sus clases de religión. Pero ¿por qué no?
Así como los Talentos Ocultos de mujeres afroamericanas que hicieron importantes contribuciones al programa espacial de la NASA, nuestra historia católica también está llena de figuras ocultas de mujeres que adoptaron el cristianismo y cambiaron el curso de nuestra historia de salvación. Estamos excavando nuestra historia (nota en inglés) y aprendiendo sus nombres: Febe, María, Gregoria, Teodosia, Severa, Hilaria, etc. Y señalamos las tierras en las que vivieron – Palestina, Asia Menor, Grecia, Siria, Israel, el norte de África.
Me importa hablar a los adolescentes, porque tengo cuatro sobrinas, jóvenes adultas extraordinarias que luchan por encontrar su lugar de pertenencia en esta fe (#MineToo, video en inglés). Sólo han experimentado una Iglesia que se enfrenta a la crisis de los abusos sexuales del clero. Ven cómo en otros ámbitos se toman medidas para reconocer a las mujeres en roles de liderazgo visibles -deporte, gobierno, academia, medicina, empresarial- y se preguntan por qué una institución religiosa fundada por Jesús se demora en hacer lo mismo. Oyen hablar de nuevos cambios institucionales para reconocer formalmente a las mujeres como acólitas y lectoras, pero se preguntan si es muy poco y demasiado tarde para que su generación siga comprometida.
Entonces, ¿dónde estamos nosotras, como ministros pastorales femeninos, en esta lucha? Hay que admitir que durante muchos años mis sobrinas me vieron trabajar en mi querida parroquia defendiendo la dignidad humana de los inmigrantes, de las personas sin hogar, de las mujeres y hombres que han sido encarcelados, de los supervivientes de la violencia, de los que luchan por salir de la pobreza. Todo ello es significativo y transformador. Sin embargo, lo que mis sobrinas no vieron fue que yo además estaba comprometida en un esfuerzo visible para no dejar pasar otra década en la que las voces de las mujeres católicas permanecieran silenciadas.(Eso fue hasta que lanzamos Discerning Deacons el año pasado).
Cuando el 99% de las iglesias católicas tendrán un predicador masculino este domingo en un mundo donde el 50% de la población son mujeres, es hora de que nuestras hijas y nietas nos vean nombrar en voz alta un problema que soportamos en silencio en nuestros corazones. Porque lo que era normal para mis abuelas y se convirtió en incómodo para mi madre y se hizo inaceptable para mi, es insoportable para mis sobrinas y para muchas de nuestras hijas. No pueden encontrar su lugar de pertenencia en esta estructura, y esto tendrá consecuencias incalculables para los ministerios de nuestra Iglesia.
Por lo tanto, ¿qué tipo de impacto tiene para las mujeres jóvenes conocer mejor la historia del cristianismo primitivo? En primer lugar, señala un comienzo más sólido del cristianismo, en el que las mujeres desempeñaron importantes funciones de liderazgo e hicieron contribuciones esenciales. Significa que las mujeres jóvenes de hoy pueden apoyarse deliberadamente en las mujeres de los inicios del cristianismo que desafiaron todo tipo de peligros para construir una Iglesia cooperativa, circular y sinodal, y para dar testimonio de la buena nueva liberadora de Jesús para hombres y mujeres. Significa que la plenitud de nuestra historia católica recuperada, tiene la oportunidad de dar forma al presente y a un futuro mejor.